José Andrés Vázquez: un andaluz olvidado


José Andrés Vázquez: un andaluz olvidado



Uno de los personajes más olvidados de la historia literaria andaluza es sin duda José Andrés Vázquez Pérez (1884-1960), escritor y político onubense. Insigne periodista, narrador, ensayista y dramaturgo, natural de Aracena, pero que tan escaso homenaje ha disfrutado. Además, su pertenencia a una corriente literaria y a un movimiento social olvidados por la historia oficial, el andalucismo, y la escasa difusión de su producción agravan aún más su rescate.

Sus orígenes los encontramos inmersos en la profunda Andalucía rural de finales del siglo XIX. Al contrario que otros muchos personajes, Vázquez se siente totalmente orgulloso de sus raíces, como demuestra asiduamente en sus libros y ensayos (por ejemplo ‘Aires de la Sierra’, aparecida en la colección ‘Los Cuentistas’, publicada en Barcelona, en 1910).

Este amor por su Aracena natal hay que encuadrarlo en su concepto de la Tierra como fórmula para volver a su Sierra, pero que quizás precisamente por ello, rezuma cierto aire evocador e intimista: el escritor sueña su tierra y, por lo tanto, la idealiza. Una buena prueba de ello es el conjunto de artículos aparecidos a lo largo de 1930 en el diario ‘ABC’, bajo el título ‘Lugares y recuerdos andaluces’.

Como bien afirma Manuel Ruíz Lagos en su libro ‘Artículos’, “José A. Vázquez rompe la fórmula tradicional del género, fabricado en el siglo XIX sobre la base del relato autobiográfico, y vuelve al esquema de sustituir al héroe humano por la presencia de un paisaje revivido y por una psicología lugareña protagonista de la acción”.

En la obra de Vázquez destaca la abundancia de escritos comprometidos con el andalucismo político, como ‘El problema de Andalucía’, ‘Por el dolor de Andalucía’ o ‘La esperanza de los moros andaluces’. En ellas nos acerca a una visión idealista de nuestra tierra, “encadenada por el yugo de Castilla”. Sobresalientes son también sus ensayos, cuentos y novelas sobre pueblos andaluces, tradiciones y naturaleza. Precisamente es en una de esas obras donde se denota la paradoja memorativa que sufre este autor. En ‘El valle de la Novia’ (1930) se relata la historia legendaria de la fundación del pequeño pueblo onubense de Galaroza (cercano a Aracena), conocida y recordada hoy en día por todos los cachoneros y de la que, sin embargo, casi nadie conoce el autor. El olvido le llega a Vázquez incluso desde su propia tierra.

Las proezas de este aracenés van desde su gran obra literaria hasta trabajar codo con codo con su amigo Blas Infante para mejorar la penosa y difícil situación andaluza de principios del siglo XX. Desde este punto de vista social, es en su primera novela "Ese sol, padre y tirano...", aparecida en 1909, donde por vez primera nos ofrece un amplio muestrario de escenas que demuestran la importancia vital que nuestro autor da a la tierra. En ella aborda el problema que la terrible sequía de 1905 ocasionó al país, pero amplía sus secuelas a las consecuencias sociales y familiares más cotidianas que trajo consigo y que le sirven de coartada para reflejar el auténtico significado de tan dantesca catástrofe. Desde el punto de vista de lo globalizador, de lo emblemático, de lo sobrenatural, para él la Tierra y sus manifestaciones lo son todo y así lo pone de manifiesto a lo largo de toda su obra.

Es habitual considerar que el proyecto andalucista de aquella época se circunscribió al voluntarismo de contadas personas que apenas tuvieron un eco popular, pero la presencia e incansable trabajo de hombres como Méndez Bejarano, José Mª Izquierdo, Blas Infante, Isidro de las Cagigas, Fermín Requena o el propio José Andrés Vázquez hacen notar el movimiento social y cultural tan importante desarrollado en Andalucía en el período de entreguerras (1914-1936).

Publica en la revista ‘Bética’ un ‘Cuento de Polichinelas’ que inaugura, con Cristobita, la amplia galería de curiosos y perfectamente dibujados personajes con los que ilustró sus obras. Como corresponsal de ‘El Imparcial’ de Madrid, escribe sus ‘Cartas Andaluzas’, artículos que recopilará en dos volúmenes titulados ‘Epistolario Bético’ entre 1918 y 1919.

El 27 de noviembre de 1918 pronuncia en el Ateneo de Sevilla su famosa conferencia ‘La reivindicación de Andalucía en el Congreso de la Paz’, con la que se convierte en uno de los primeros en solicitar la emancipación de Andalucía y la devolución de Gibraltar a territorio español (ni qué decir tiene que todas estas reivindicaciones fueron boicoteadas y Andalucía no fue escuchada, con el beneplácito y complicidad de los gobiernos español e inglés). Conferencia que, comentada y ampliada por Blas Infante, representará la más importante aportación andaluza ante la Sociedad de Naciones en 1919.

Una Andalucía que, de esta forma, y como no podía ser de otra manera, adquiere para José Andrés Vázquez una importancia capital, hasta alcanzar connotaciones de realidad acaparadora de toda su atención, no solamente literaria, sino también analítica y transformadora. Su aportación hay que integrarla en esa verdadera corriente literaria que, en torno al movimiento ateneista, reivindicará un auténtico regeneracionismo para la tierra andaluza.


Son los autores del llamado Regionalismo Histórico, que aglutinará en sus filas toda una nómina de insignes figuras para conseguir vertebrar un proyecto complejo, donde podrían descubrirse desde manifestaciones estético-poéticas a redescubrimientos de la historiografía andaluza, pasando por la demanda de un renacimiento cultural o de alternativas sociales, políticas y económicas. La ocultación histórica de este movimiento, sin embargo, ha contribuido al ensombrecimiento de una parte de la literatura andaluza irrepetible por la nómina de autores que pueden incluirse en ella y por la importancia del momento histórico en que desarrolló su influencia.
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En este sentido, el escritor onubense continúa, con artículos como el titulado ‘La última pandereta’, la labor que, según el trabajo de José Luís Gonzálvez Escobar, se iniciara a principios de siglo o incluso antes de finalizar el XIX, en defensa de una idea de Andalucía que rompiera la imagen folklorista, decimonónica y romántica que permanecía, y aún lo hace hoy día en algunos aspectos, de nuestra tierra. Una visión tópica de Andalucía que provocaba incluso en el terreno literario, la imagen afable y superficial de una tierra con profundas desigualdades y continua conflictividad social. Deshacer la impresión ‘de pandereta’ de Fermín Caballero, Alarcón, Palacio Valdés, Manuel Machado, los Alvarez Quintero o posteriormente Pemán, se nos presenta como el primero de los compromisos morales a los que se consagra Vázquez.


Un compromiso del que hay atisbos y aportaciones en algunos pasajes de la obra de escritores de la talla de Juan Valera, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, García Lorca, o de alguien muy cercano a nuestro protagonista, José Nogales, que, especialmente en su trabajo ‘Alma Andaluza’, publicado en la revista ‘Alma Española’ en diciembre de 1903, considera que "...el alma de Andalucía es una gran alma dormida que sueña...No sé con qué. La despertará algún brusco contacto de la realidad y de la vida. ¿Cuándo? ¿Cómo? No sé".

Como vemos, el sentimiento de defensa andalucista se encuentra profundamente arraigado en el corazón de J.A. Vázquez. Estas ideas le permiten gozar de un cierto reconocimiento social, atesorando varios premios como el ‘Premio Mariano de Cavia’ de 1930 por su artículo ‘Frente a las llamas de la quema del monte’ en ‘El Noticiero’. Por entonces se encontraba en un momento dulce, y fue invitado a un acto homenaje de su nombramiento como Hijo Adoptivo de Sevilla en 1925, al que no faltaron las más ilustres figuras de las artes andaluzas del momento (Manuel de Falla, García Lorca, Gustavo Bacarisas, Pedro Salinas, José Mª Izquierdo…).

Pero el hoy escaso reconocimiento quizás le venga de su etapa de vejez o madurez plena. Aunque participa activamente en la Asamblea andalucista de Córdoba de 1933 y es nombrado Hijo Predilecto de Aracena en 1935, su nivel literario decae a causa de la Guerra Civil y el consecuente hundimiento de toda utopía política andaluza. Influye mucho también en el abandono del movimiento poético y político andalucista, no sólo por parte de Vázquez sino por la práctica totalidad del gremio, el fusilamiento del ideólogo Blas Infante el 11 de agosto de 1936. No corrió la misma suerte nuestro protagonista ya que, paradójicamente, éste pasó al bando sublevado tras el bombardeo republicano (como respuesta a la invasión fascista de Queipo de Llano) del barrio hispalense de Heliópolis, donde residía parte de su familia.  Todo ello va a sumirle en una profunda amargura que lo van a apartar de la frescura y fecundidad creativa que siempre había mantenido y le va a granjear la enemistad y el acoso de las nuevas clases dirigentes. Finalmente, olvidado pero con la dignidad intacta, muere en Sevilla en 1960, habiendo escrito obras hasta entonces de temática más popular y tradicionalista.

En resumen, considero que José Andrés Vázquez es un gran escritor y pensador que debe figurar como autor importante de la literatura andaluza por sus innumerables obras sobre la sociedad de su época, si no fuera por la interesada eliminación centralista de la memoria andaluza y su sustitución como identidad española. No obstante, ha dejado escritos para el recuerdo que sí gozan de reconocimiento social, sobretodo en su Sierra de Huelva natal. Es un deber de todos preservar y dar a conocer el patrimonio de personajes luchadores como José Andrés Vázquez Pérez.
                                                                                       


                                                                                        Antonio Fernández Sánchez
                                                                                                        Sevilla, 2017

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